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RV 1909 Salmo 44

Capítulo 44

1 <> OH Dios, con nuestros oídos hemos oído, nuestros padres nos han contado, La obra que hiciste en sus días, en los tiempos antiguos.

2 Tú con tu mano echaste las gentes, y los plantaste á ellos; Afligiste los pueblos, y los arrojaste.

3 Porque no se apoderaron de la tierra por su espada, Ni su brazo los libró; Sino tu diestra, y tu brazo, y la luz de tu rostro, Porque te complaciste en ellos.

4 Tú, oh Dios, eres mi rey: Manda saludes á Jacob.

5 Por medio de ti sacudiremos á nuestros enemigos: En tu nombre atropellaremos á nuestros adversarios.

6 Porque no confiaré en mi arco, Ni mi espada me salvará.

7 Pues tú nos has guardado de nuestros enemigos, Y has avergonzado á los que nos aborrecían.

8 En Dios nos gloriaremos todo tiempo, Y para siempre loaremos tu nombre. (Selah.)

9 Empero nos has desechado, y nos has hecho avergonzar; Y no sales en nuestros ejércitos.

10 Nos hiciste retroceder del enemigo, Y saqueáron nos para sí los que nos aborrecían.

11 Pusístenos como á ovejas para comida, Y esparcístenos entre las gentes.

12 Has vendido tu pueblo de balde, Y no pujaste en sus precios.

13 Pusístenos por vergüenza á nuestros vecinos, Por escarnio y por burla á los que nos rodean.

14 Pusístenos por proverbio entre las gentes, Por movimiento de cabeza en los pueblos.

15 Cada día mi vergüenza está delante de mí, Y cúbreme la confusión de mi rostro,

16 Por la voz del que me vitupera y deshonra, Por razón del enemigo y del que se venga.

17 Todo esto nos ha venido, y no nos hemos olvidado de ti; Y no hemos faltado á tu pacto.

18 No se ha vuelto atrás nuestro corazón, Ni tampoco se han apartado nuestros pasos de tus caminos.

19 Cuando nos quebrantaste en el lugar de los dragones, Y nos cubriste con sombra de muerte,

20 Si nos hubiésemos olvidado del nombre de nuestro Dios, O alzado nuestras manos á dios ajeno,

21 ¿No demandaría Dios esto? Porque él conoce los secretos del corazón.

22 Empero por tu causa nos matan cada día; Somos tenidos como ovejas para el matadero.

23 Despierta; ¿por qué duermes, Señor? Despierta, no te alejes para siempre.

24 ¿Por qué escondes tu rostro, Y te olvidas de nuestra aflicción, y de la opresión nuestra?

25 Porque nuestra alma está agobiada hasta el polvo: Nuestro vientre está pegado con la tierra.

26 Levántate para ayudarnos, Y redímenos por tu misericordia.

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